El padre
Carlos está de paso por ciudad de Panamá. Ha venido desde Perú a darles la
bendición a sus padres, Carlos Echeverría y Mariela Bouche de Echeverría, por
sus 40 años de aniversario. Con menos de dos semanas para estar en su casa, me
ha tocado colarme en su última tarde antes de partir de vuelta El Callao, Lima.
Llego unos 5 minutos antes de lo pactado. Desde la sala se ve una hermosa
estampa de la ciudad. Me recibe con un vaso de agua fría y mientras espero que
esté listo, escucho la moledora de café desde la cocina, que precede a una
amena charla, pues como ya me ha dicho “Soy cafetero”.
P4: Un
recuerdo de infancia en Chiriquí.
CE: “Puerto Armuelles” asegura con fuerza, sin dejarme terminar de hacer la
pregunta. “Mi Puerto, querido. Lo recuerdo con tanto cariño. Su vegetación.
Andar en bicicleta. Vivir una vida libre, sana y alegre, ir a la escuela a
pie.”
P4: Tu madre
es chiricana. Eres chiricano por derecho de sangre. ¿Tú te sientes chiricano?
CE: Muchas
veces sí. He deseado irme a vivir a Chiriquí, especialmente a David, pues fue
el lugar donde mis abuelos han vivido, donde pasaba mis vacaciones (un mes al
año). La tierra acogedora de mis recuerdos. Allí aún se puede sentir la
naturaleza y convivir con ella. Tardes de paseo en el parque de Cervantes, la
brisa, el sonido de las hojas chocándose. Comer un raspao. Ir a misa el domingo a la Sagrada Familia. Mi abuelo me
pagaba una limpiada de zapatos en el
parque. Recuerdo los paseos a
Pedregal, paupérrimo puerto, pero olía a mar, a estero, junto con el aceite y
gasolina de los barcos y barcazas que atracaban. El paseo al aeropuerto era de
ley. El pan de la Castellana. Los paseos a Concepción. Los rollos enmielados.
Los duros. Iba mucho a ver la montaña en Volcán y Boquete. Ver los ríos, las
rocas volcánicas enormes. El deseo de volver a David a la casa de mis abuelos,
en compañía de mis primos. Esto ha sucedido todos los años hasta el año pasado.
Programaba mis viajes para aprovechar la feria.
P4: ¿Tuviste alguna novia?
CE: Sí. En mi vida he tenido dos
novias y he pretendido a algunas más. Mi primera enamorada fue chiricana, y el
escenario fue precisamente la Feria de David. Tenía alrededor de 17 años. Por
asuntos de trabajo de mi papá nos trasladamos a Canadá y allá tuve un noviazgo
breve. Luego estuve en Guatemala estudiando arqueología y allá tuve otra novia.
Parecía algo serio, pero por distintas razones, no “cuajó”. El padre Carlos
mira hacia la ciudad con un dejo de melancolía.
P4: ¿Sentiste el llamado a la
vocación sacerdotal desde pequeño?
CE: Creo que se fraguó en mí desde
temprana edad. Fue como una constante en mi vida. A los 15 años en un Encuentro
de Jóvenes en 1989 en el gimnasio del Colegio María Inmaculada de la Justo
Arosemena. Me quise meter de una vez al seminario, pero se me pidió que esperara.
El segundo momento fue en la peregrinación a Denver, en la cual me resistí,
pero sentí fuertemente que Dios me llamaba. Con lágrimas en mis ojos y con
mucho sentimiento de haberme resistido pero con mucha alegría por haberle dicho
que sí. Luego se me invitó a una convivencia y me volví a resistir. En 1995 en
la Jornada Mundial de la Juventud en Loreto, Italia, en un diálogo muy íntimo
con Dios le dije “Sí, pero no me hagas esperar. Si me haces esperar, seguiré
tus caminos, seguiré siendo fiel, pero al sacerdocio ya no aspiraré”
Fue un forcejeo muy grande. Pero Dios
venció con mucho amor y ternura. Fui enviado a El Salvador y al mes quería
regresar a mi vida de estudiante. Dios fue paciente. Muy paciente, y mis
formadores también. Así pasaron los años, unos mejores, unos peores, unos
fáciles, otros más difíciles. Al final canto con el profeta “me has seducido
Señor y me dejé seducir”. Dios me enamoró. Veo el infinito amor de Dios ante
mis pecados. Mi misión como sacerdote adquiere sentido. Somos los bien llamados
hombres de la misericordia. Yo no puedo dar misericordia si no la vivo.
P4: ¿Tus padres siempre te apoyaron,
o en algún momento se opusieron?
CE: Jamás. Nunca hubo ninguno de los
dos extremos. Como tampoco lo hubo cuando cursé mis carreras universitarias
civiles. Estudié Historia, Arqueología. Y allí donde los demás trataban de
convencerme de algo diferente, ellos siempre me apoyaron. En este camino hacia
el sacerdocio lo más grande que me inculcaron mis padres fue comportarme como
hombre responsable. Luego del primer año del seminario, yo no quería regresar.
Mi padre me dijo que su interés no era que fuera sacerdote o me casara, sino
que fuera un hombre coherente. “Si entraste responsablemente, sal
responsablemente. Tienes que ir allá y dar la cara”. La realidad es que, hoy estoy
ordenado.
P4: Después de que diste el “sí” ¿has
dudado de la voluntad de Dios en tu vida?
CE: El sí definitivo lo di 3 o 4
meses antes de ser ordenado. Después de eso no he dudado de la voluntad de
Dios.
P4: ¿Te has sentido perseguido por tu
fe? ¿Cuál ha sido el momento más difícil de tu carrera?
CE: Perseguido, no. Quizás he vivido
muy protegido por Dios mismo. Siempre dentro del recinto de la Iglesia. Muy
querido por la gente. Sí he tenido momentos muy difíciles en mi vida
sacerdotal. Aunque hoy lo agradezco, recuerdo hoy el segundo año de la
Licenciatura en Derecho Canónico, en Roma, y el primer año de estudio en
Doctorado en Derecho Canónico. Fueron tiempo muy duros. Mucho sufrimiento,
problemas. En ese sentido no me siento ni inferior ni superior a nadie. Todo el
mundo sufre. Pero el que tiene a Cristo sufre de manera diferente de aquel que
lo tiene. Cuando tienes a Cristo todo cobra sentido. Sabemos que ese
sufrimiento es solo temporal. La vida no es luchar para quitarte el
sufrimiento, sino para vivir con los sufrimientos. Vivir para los ídolos, pecar
es gastar energías en arriesgar nuestra salvación. Vivir en función del Cielo
es lo único en lo que vale la pena esforzarse.
P4: ¿Cómo es la economía personal de
un sacerdote? ¿Tiene tarjetas de crédito, chequera, efectivo, ahorros?
CE: El sacerdote hace promesa de
pobreza. La pobreza es tener de lo bueno uno o dos, no veinte. Vivir pobre no
es vivir indignamente. Tengo un estipendio fijo para solventar gastos muy
personales. Objetos de uso personal y algún gusto esporádico. Mi conciencia me
dicta que debo dar algo de esto a los pobres. En el mundo se pagan salarios, pero todos
somos conscientes de que lo que se nos paga no corresponde al esfuerzo y el
dinero no cubre todo el sacrificio laboral que uno hace. Si en el mundo se paga
mal el trabajo, en la Iglesia es mucho más impagable el trabajo. Mi trabajo va
más allá del horario de oficina. El único que realmente me paga, es Dios. Dios
suscita personas que me quieran y que tengan atenciones conmigo. Dios suple las
necesidades. Ha habido de todo. No hay regla que prohíba el uso de los
servicios bancarios al sacerdote. Los tiempos te exigen la utilización de estos
medios. Pero el sacerdote tiene que saber utilizar estas herramientas. Nuestra
misión no es generar dinero.
P4: ¿Cuántos tipos de sacerdocio hay?
¿Tienen “profesiones” diferentes dentro de la carrera del sacerdocio?
CE: El sacerdocio no es una carrera.
Hay un solo sacerdocio: el de Cristo Sumo y Eterno Sacerdote. Partiendo de este
pensamiento, el Concilio Vaticano II ha desarrollado una nueva línea, que
quienes reciben el ministerio del orden, no se les llame sacerdotes sino
presbíteros (del griego anciano) pues participamos de la sabiduría del
ministerio de Cristo.
La Iglesia le da misiones al ministro
ordenado. Hay misiones de pastoral en la parroquia que es a lo que estamos
acostumbrados, pero también hay cancilleres, vicarios episcopales de educación,
entre otros. Hay mucho trabajo de oficina. De allí que no todos celebren la
misma cantidad de misas y realicen la misma cantidad de confesiones.
P4: A qué te dedicas exactamente?
CE: Actualmente soy vicerrector de la
Facultad de Teología Redemptoris Mater del Callao. Mi función fundamental es
suplir al Rector. Ayudar en las funciones de gobierno. Además soy docente.
Casualmente inicio un curso sobre los discursos de Juan Pablo II y Benedicto XVI
a la Rota Romana, tribunal de la Iglesia que juzga en segundo grado. Ayudo al
Obispo en el gobierno de la Diócesis del Callao, y me ha nombrado Vicecanciller
de la Curia Diocesana. El Canciller cuida el archivo del obispado y es el
notario de la Curia. Dentro de la Iglesia, mi título de Licenciado y Doctor en
Derecho Canónico, por la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma) me
permite ser “abogado” (juez, juez instructor, notario, abogado, promotor de
justicia, defensor del vínculo entre otras funciones).
P4: ¿Qué es lo más fácil de tu
profesión? ¿Lo más difícil?
Lo más difícil es ser constante en la
oración. Y estoy convencido que la
fuente de la alegría del presbítero es la oración. Es donde peleo mi mayor
combate todos los días. Lo más fácil es estar con la gente, lo cual es muy
positivo, siempre que la oración íntima con Dios esté en el fondo. Si no,
estamos perdidos. Sólo con la oración tendré éxito, el cual se mide en la
historia total, no en un momento congelado de la vida del hombre.
P4: Si pudieras invitar a una cena a
cualquier persona, del presente o del pasado de la historia universal, ¿quiénes
serían y qué les servirías para la ocasión?
CE: A mi maestra de italiano, a la
maestra de español de sexto grado. A mi catequista canadiense, Isidoro. A
Ricardo, Javier y Jesús, sacerdotes amigos que han estado conmigo en las buenas
y en las malas. Serviría un excelente vino, que me encanta. Mi ron favorito,
Zacapa. Mi principio es que lo que es bueno para mí es bueno para los demás.
Así que serviría una entrada de fiambres y quesos, un buen filete de carne
según el gusto de cada uno, un buen puré de papa majado a mano como lo hace mi
mamá. Una ensalada fresca, lechuga, berro, espinaca, apio y zanahoria. Aderezo
a base de vinagre, aceite de oliva, limón sal y un poco de pimienta. Yo
cocinaría. De postre tres leches de chirimoya. Cerraría con café, me tomo hasta
4 diarios. Dulce de marañón, papaya, pesá
de nance.
P4: ¿Practicas deportes?
CE: Sólo camino. Por salud física y
mental.
P4: ¿Qué haces en tus ratos libres?
CE: Me gusta mucho leer. Novelas
profanas, me encanta Ken Follet, vidas de los santos, Jesús Sánchez Adalid,
César Vidal. Amar, vivir y aprender
de Leo Buscaglia.
P4: ¿Te gusta la música, que clase?
CE: Salsa sobre todo. Música latina
en general, ante todo. Escucho soul, rock de los ochenta. Música clásica.
Cuando voy en el carro, cuando trabajo, siempre tengo música encendida.
P4: ¿Qué libros hay en tu mesa de
noche?
CE: La imitación de Cristo de Tomás de Kempis, Los estigmas de la fe del padre Pío, Caminos de San José María Escrivá de Balaguer. La Biblia es mi
libro de trabajo. Con ella preparo la misa, medito, hago oración.
P4: ¿Qué te parece el nuevo papa?
CE: Me parece un hombre sumamente
cercano al pueblo. Está ofreciendo de algún modo u otro un camino de la
Iglesia-Institución al pueblo. Con sus gestos y personalidad parece querer
acercar la institución al hombre. Me sorprende que hayan elegido a un Papa latino.
Conozco mi idiosincrasia de latino, he vivido en Latinoamérica. Nuestra
particularidad es el desorden, la inconstancia, cosas que considero
debilidades. Pero tenemos capacidad de adaptarnos, crecer, somos amables,
alegres, tenemos sabor. Quizás no le hemos sabido sacar partido a estas cosas.
Nuestro nivel de autoestima es bajo. Mediante esta elección, Dios me puede
estar enseñando otra cosa. Quizás con este Papa, la percepción sobre el latino
cambie. Es un gran reto. Oremos por él. Que el Señor le conceda sabiduría, discernimiento
y luz.
P4: Tu cita bíblica de batalla:
CE: Apocalipsis 21, 5 “Todo lo hago
nuevo.” Me llena de esperanza, cuando me veo a mí mismo y cuando pienso en
cambiar cualquier cosa que hice. O cuando soy consciente de realidades sociales
donde las personas sufrimos. En Cristo todo es nuevo. Siempre hay la esperanza
de que este status cambiará. Mi
esperanza es cambiar yo mismo, antes de cambiar la situación social. Critico el
desorden político y económico en mi país, pero me he dado cuenta que si en mí
interiormente no hay orden, no puedo exigir orden afuera. Dios me ofrece la
oportunidad de ser distinto cada día. Cada día mejor.