Hoy todo está de moda. Sólo hay que escoger una idea y
saldrán sus defensores y detractores de todos lados. La política. Marx. El
yoga. Los hipsters. La cura del
cáncer. Los derechos de los animales. El detox. La universalidad sexual. La
comida orgánica. La dieta paleo. La inclusión. La libre información. La música
clásica. El reggaetón. El ateísmo. Los veganos. El derecho al aborto. Los
pro-vida. Los que le van a Brasil –en fútbol—, los que le van a Argentina. Los
que se quieren ir a huelga. Los que quieren que todo cambie. Los que están
contentos con su actual zonificación. Los que quieren que no cierren el colegio
de sus hijos. Los que empacan y se van a otra ciudad. Todo el mundo quiere ser
libre para decirle al mundo que es libre y que todos deberían ser tan libres
como ellos.
Al “crecer” me di cuenta de que a los adultos también les
gustan los superhéroes, las cómicas y las películas de Disney. Que siguen
haciendo ejercicio. Que les gusta jugar. Que les encanta ganar y burlarse de
los perdedores. Que siguen teniendo miedo a lo que no conocen. Que los
monstruos se siguen ocultando debajo de la cama. Que siguen creyendo en la
fuente de la eterna juventud. Que siguen buscando la piedra filosofal.
Y es que ser humano no es fácil. No tomamos un no por
respuesta. Estamos en todas partes. Desde los polos hasta el ecuador. Sin
importar desiertos o montañas nevadas. En el Internet. En la televisión.
Caminamos por las aceras. Respiramos. Se supone que hasta llegamos a la Luna.
(El que me conoce sabe de mi escepticismo). Hemos tratado de interesarnos por
toda la diversidad de cosas existentes en el Universo. De allí que sigamos
evolucionando y conquistando fronteras. Desde que somos concebidos comienza
nuestra lucha por abrirnos camino en este mundo. Por ser alguien. Por dejar una
huella. Por hacer una diferencia. Nuestra naturaleza es de soldados. De
luchadores. Abrimos nuestros ojos y tomamos decisiones. La decisión de
levantarnos. De bañarnos. De hacer el desayuno. Y así, vamos por la vida
tratando de tomar los caminos adecuados. Pero una de nuestras características
es que somos seres vivos gregarios. Creados con el chip de pertenecer a una
comunidad. No era bueno que estuviéramos
solos. (Parafraseando a Dios).
Cuando salimos de nuestra individualidad y nos damos cuenta
de que podemos afectar a terceros, nos unimos o congregamos entre nuestros
pares, en específico, aquellas personas afines a nuestros pensamientos. Y por
alguna razón, deseamos que todos vean al mundo desde nuestro punto de vista.
La humanidad ha cambiado. Ya las mujeres no viven en la
total opresión. La esclavitud es globalmente condenada. Los totalitarismos han
sido reemplazados por otras formas de control de masas. Pero la gente sigue necesitando congregarse
para asumir una bandera y aspirar a cosas que vayan más allá de nosotros
mismos. La gente necesita creer y defender ideas con pasión. Y así seguimos gurús
con sus respectivas panaceas. De estos sentimientos está escrita la historia
del Hombre.
Yo veo un mundo en el que todos queremos nuestro espacio,
algunos con más activismo que otros. Veo seres perdidos en busca de una causa.
De una razón que los impulse a seguir. Desesperados por tener un código de
conducta, que en cuanto choca con sus ideales es descartada o modificada para
que se adapte a los límites de nuestra propia concepción de libertad, que
obviamente, por el simple hecho de ser nuestra, es mejor. Buscamos un héroe, ¿pero cuántos nos preocupamos por ser héroes?
Esta columna termina con más preguntas que respuestas. Queremos
tomar decisiones, pero vivimos en un mundo en que la línea entre el bien y el
mal ha desaparecido. Todo es gris. Y son mucho más que 50 sombras. ¿Quién nos
dirá qué hacer? ¿Cómo estaremos seguros de hacer lo correcto si nadie nos
confirma? ¿Será que seguimos hablando tan alto que no nos damos cuenta que
todos buscamos las mismas cosas?
¿Y tú, ya sabes cuál es tu causa? No te quedes sin la tuya.
Quedan pocas.