No sé si esto habrá sentado un precedente, ni a quién beneficiará esta medida, pero en lo personal creo que con ello todos los panameños perdimos un poco de libertad.
Al sancionar a los muchachos de La Cáscara, las autoridades administrativas están tratando de limpiar sus conciencias de las barbaridades que ellos mismos han alimentado con su sistema de gobierno, y cuyo producto es una juventud cada vez más desorientada.
Lo más triste de todo este asunto es que lo único que lograrán con su castigo es aumentar el raiting de dicho programa; pues creo que no soy la única que espero que salga la próxima edición para saber que inventarán estos muchachos en represalia a la medida del Ministerio de Gobierno y Justicia.
Y es que, según el criterio utilizado, las televisoras están llamadas simplemente a la quiebra ya que muchísimos de los programas transmitidos son una burla directa a los más elementales valores humanos, pero como son importados o están protagonizados por famosos artistas son pasados totalmente por alto.-
Me permito dar algunos ejemplos: Qué me dicen de la relación incestuosa de las ocho de la noche de todos los días entre Antonio y Camila Brando, por citar sólo una de la espeluznante cantidad de telenovelas de la localidad, o de los enlatados productos de Aaron Spelling, que incitan a la promiscuidad en series que no tienen ni un solo personaje positivo. Y en este momento ni siquiera haré alusión a ciertos apartados de los tabloides nacionales, los cuales considero un insulto para cualquier persona (ni a los comerciales para la gente con “criterio” formado).
El hecho de que el lenguaje utilizado por los “cascarosos” no sea el más elevado, ni sus formatos los más ortodoxos, no los diferencia en nada de cualquier otro reportaje que sólo puede herir la moral de aquel que se vea directamente afectado, ya sea la comunidad gay, o los dueños y usuarios de los cuartos de alquiler por hora, o los maestros de los muchachos que no tienen ni idea de cuál es la fecha de la independencia de Panamá de España, temas que han sido abordados con relativa elegancia por muchos de nuestros comunicadores sociales.
El hecho de que el lenguaje utilizado por los “cascarosos” no sea el más elevado, ni sus formatos los más ortodoxos, no los diferencia en nada de cualquier otro reportaje que sólo puede herir la moral de aquel que se vea directamente afectado, ya sea la comunidad gay, o los dueños y usuarios de los cuartos de alquiler por hora, o los maestros de los muchachos que no tienen ni idea de cuál es la fecha de la independencia de Panamá de España, temas que han sido abordados con relativa elegancia por muchos de nuestros comunicadores sociales.
Obviamente todos los extremos son malos y quizás el lenguaje, o el horario y las advertencias de adecuación del programa a las edades, deben ser implementadas a nivel de toda la programación, pero cuántos de los que hoy se quejan sacaron a los niños del cuarto en el que toda la familia reunida miraba La Cáscara, puntualmente cada noche de Carnaval.
Todos los años para estas fechas salen a la palestra los paladines de la moralidad, pero entendamos que las vistas del Carnaval son el producto de los otros 361 días que la juventud, pasa en familia todo el año. ¿Cuándo fue la última vez que le regaló un libro a su hijo? ¿Cuándo fue la última vez que revisó sus créditos universitarios? ¿Sabe usted cuál es el apellido del novio de su hija, si es que sabe que tiene novio?
No nos engañemos, estamos dejando escapar a la juventud y luego la estamos castigando por tomar medidas equivocadas. Al castigar a este grupo de muchachos creativos simplemente estamos representando una faceta más “del panameño”, que tanto se ha popularizado en el ya citado programa: hemos estado tirando piedras y ahora escondemos la mano
Obviamente todos los extremos son malos y quizás el lenguaje, o el horario y l de adecuación del programa a las edades, deben ser implementadas a nivel de toda la programación, pero cuántos de los que hoy se quejan sacaron a los niños del cuarto en el que toda la familia reunida miraba La Cáscara, puntualmente cada noche de Carnaval.
Todos los años para estas fechas salen a la palestra los paladines de la moralidad, pero entendamos que las vistas del Carnaval son el producto de los otros 361 días que la juventud, pasa en familia todo el año. ¿Cuándo fue la última vez que le regaló un libro a su hijo? ¿Cuándo fue la última vez que revisó sus créditos universitarios? ¿Sabe usted cuál es el apellido del novio de su hija, si es que sabe que tiene novio?
No nos engañemos, estamos dejando escapar a la juventud y luego la estamos castigando por tomar medidas equivocadas. Al castigar a este grupo de muchachos creativos simplemente estamos representando una faceta más “del panameño”, que tanto se ha popularizado en el ya citado programa: hemos estado tirando piedras y ahora escondemos la mano.