Lana recordaba muy bien una de sus primeras confesiones. Tendría unos16 años y los pecados se trataban de las andanzas con su primer novio. El confesor era un sacerdote que jamás había visto antes, un hombrebarbudo que casi podía recitar con ella cada uno de los detalles deaquellas faltas. ¿Cuántas veces las habría escuchado? Caricias. Mentiras. Vergüenzas. Parecía aburrido de oírla, y para interesarlo, aLana se le ocurrió contar un pecado de relleno. El pecado no debería ser muy relevante, pero a decir verdad no llevaba ni dos minutos deconfesión y ya se le había agotado el tema. Le pareció que debía decir algo más.
Klenya Morales M. (Letras Cómplices, 2007)
viernes, 13 de julio de 2007
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