Lo he tratado con un poco de humor, porque uno trata de estar optimista, pero es muy duro.
He hecho algo de ingeniería de supervivencia.
Aprendí algunas estrategias para llevar el día a buen término.
Ya las enfermeras me denunciaron como ansiosa por deambular por los pasillos, en mi rutina de ejercicio. Supongo que lo ideal es que realmente te sientas enferma y sola. Las miradas de condescendencia son insoportables. El personal médico, tiende a sentirse intelectualmente superior al paciente. No lo pueden evitar. Se les nota en la cara.
Aquí todo sigue como un reloj, los laboratorios, la temperatura, las preguntas, la presión. Ya estoy durmiendo mejor. Uno se acostumbra a las cosas más increíbles en situaciones extremas.
Pero igual, es día de arreglarse el cabello, pues porque yo soy yo.
Ya casi hemos ganado una semana más. El domingo son 33. La meta 37.
No me malentiendan. Estoy agradecida por estar en un hospital nivel 3, cubierto por mi Seguro Social. Y muy bien vigilada. Pero como en cualquier encierro, esto es una prueba de resistencia, paciencia e ilusión de que todo terminará en un recuerdo. Soy adicta a contar historias. Así soy.
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