martes, 19 de noviembre de 2024

RAMÓN FRANCO: REINVENTANDO EL NEGOCIO MARÍTIMO

Por: Klenya Morales de Bárcenas (@klenyamorales)
Especial para la Revista Viento y Marea de la Autoridad Marítima de Panamá 

Ramón Franco no está ocupando la Dirección General de Marina Mercante de la Autoridad Marítima de Panamá (AMP) por casualidad.  Desde antes de su llegada al mundo, su destino estaba irremediablemente entrelazado con el transporte marítimo.  Pertenece a una cuarta generación de abogados, tercera de especialistas en Derecho Marítimo.  Su abuelo Joaquín y su tío abuelo Teodoro, fueron pioneros en la travesía de registrar naves y fundaron la firma Franco & Franco. Ramón Franco Senior continuó escribiendo con pasión la historia familiar, uniendo el futuro profesional de su hijo al de las naves.

La historia y perspectiva del licenciado Franco nos ofrecieron un contexto único y personal del hombre tras el escritorio. A continuación, les presentamos los resultados de su conversación con Viento y Marea.

VM: Seamos directos ¿Por qué escoger la bandera panameña?
RF: ¿Y por qué no? (nos responde sonriente, es una sonrisa de confianza).
Son 100 años de hacer las cosas súper bien.  Un siglo de experiencia comprobada.  Somos los primeros en entender nuestra categoría de negocio. Brindamos seguridad jurídica, ofrecemos ese atractivo comercial y nos manejamos al ritmo de la industria.

VM: Ramón Franco en una palabra:
RF: Dinámico.

VM: ¿Cómo describiría su estilo gerencial?
RF: Balanceado. Trabajo en equipo, con comunicación y respeto. Hago uso efectivo de estadísticas e información, me gustar pensar fuera de la caja y reinventar a medida que avanzo.  Procuro buscar soluciones creativas y no quedarme estático. Me encanta lo que hago y eso influye en mi manera de gerenciar…

VM: Usted es abogado y el universo de las leyes es amplio.  ¿En qué momento Franco se interesa por el tema marítimo?
RF: ¡Yo estoy abanderando naves desde antes de nacer! (contesta sin siquiera pensarlo). Mi abuelo, Joaquín Franco fue mi gran influencia. Fue el primer abogado de la familia que se aventuró al registro de naves y yo trabajé por muchos años en su firma forense. Tenían oficinas en Londres y en Grecia, países maritimistas por excelencia.  Esa fue mi escuela. Tengo 20 años de trabajar en el sector y de tramitar en la AMP ejerciendo el Derecho Marítimo principalmente, en registro de naves y ahora tengo el honor de pertenecer a este gran equipo, con funcionarios a quienes respeto y admiro.

VM: La AMP no es la típica oficina pública.  Uno entra por esa puerta y sabe que está frente a una realidad diferente. ¿Por qué?
RF: Se debe a esa interrelación o mancuerna entre el ámbito privado y el sector público. Eso hace a la AMP diferente. También contamos con un equipo comprometido con la experticia del mundo marítimo, que está dispuesto a caminar la milla extra.  Es un recurso humano que se siente orgulloso del rol que juega el país y del apoyo que le da al mundo marítimo. 

VM: ¿Qué es lo más difícil de dirigir a la flota de marina mercante más grande del mundo?
RF: El reto más difícil, obviamente es crecer. Pero para mí no es “difícil” per sé. Simplemente porque es un tema que me apasiona. Lo complicado es implementar esas respuestas en tiempo real, pero estamos trabajando en eso.

VM: ¿Cuál es el mayor reto de los estudiantes en materia logística o marítima? 
RF: Yo recomendaría que aborden su educación con un pensamiento de proyección internacional, porque este negocio es global.  No es posible entenderlo si no se ve la “big picture”: Panamá como país marítimo no solo sirve al pueblo, sino al mundo entero.

VM: ¿Cuál es la misión de los abogados marítimos?
RF: Tuve el privilegio de presidir la Asociación Panameña de Derecho Marítimo (APADEMAR) por dos años consecutivos y he estado en la junta directiva por diez años.  Participé en diversas mesas de trabajo y proyectos que ya son leyes de la República.  El abogado marítimo juega un importante papel en la economía panameña y ha sabido detectar esas oportunidades de negocio del país ante el mundo.
Los abogados fueron los que salieron a promocionar, mercadear la plataforma de servicios internacionales del país.  Hay firmas de abogados que tienen décadas y décadas abanderando, y ellos forjaron el registro de naves como lo conocemos hoy.  En los inicios del siglo pasado, sencillamente agarraban su maleta e iban por el mundo a vender nuestro registro.  Desde entonces han acompañado a los navieros durante su crecimiento hasta que se convirtieron en las flotas mercantes que hoy mueven la economía del mundo, navieros que confiaron en los abogados panameños para registrar sus naves por medio de los vehículos corporativos ofrecidos en Panamá.  Ello implica una relación de confianza: los gobiernos cambian cada cinco años, pero la cara del abogado marítimo, permanece. Y ese sistema es el que demandan los usuarios del registro. 

VM: ¿Cómo nos va a sacar de las listas grises?
RF: Con una flota renovada con naves más jóvenes, que usen energías más limpias, aplicación de normativas que establezcan procedimientos más expeditos para el descarte de naves infractoras, contaminantes o que presenten antecedentes de opacidad; mayor monitoreo de la flota y actualización de los datos de nuestras naves. Prueba de esta agresiva estrategia es el Decreto Ejecutivo 512 del 18 de octubre de 2024, publicado el pasado 19 de octubre en la Gaceta Oficial y emanado de la Dirección General de Marina Mercante de la AMP. Independientemente de las razones por las que se nos hayan incluido, tenemos un compromiso de elevar nuestros estándares. Estamos en una situación incómoda, pero haciendo lo que hay que hacer para mejorar la competitividad del país.

VM: Háblenos de la Sociedad Marítima…
RF: Siete abogados de APADEMAR desarrollamos ese proyecto en pandemia, así que se llevó a cabo por Zoom. Nos mantuvo la mente ocupada en esos momentos que atravesaba el mundo. Y yo me enorgullezco de APADEMAR, porque a pesar de la situación, los abogados comprometidos estábamos proponiendo e innovando. Bajo mi presidencia y en conjunto con el Colegio Nacional de Abogados presentamos el proyecto, que ahora debe ser aprobado por la Asamblea y el Ejecutivo.
Esta figura es un nuevo producto, una sociedad comercial, flexible y adaptable a cualquier iniciativa que implique actividad marítima.  Se registraría en la Dirección General de Registro Público de Naves y podría convertirse en la vía preferida para desarrollar el negocio naviero.

VM: Háblenos sobre el papel de la mujer en el mundo marítimo.
RF: Es sencillamente sobresaliente. La industria marítima es global y precisa del aporte de todos.  Debe incluir a todo el mundo.  En mi equipo de trabajo cuento con el apoyo de muchas mujeres en posiciones clave quienes cada día ejercen un comprobado liderazgo y hacen la diferencia.

VM: ¿A quiénes invitaría a cenar?
RF: El Ramón Franco marítimo invitaría a Aristóteles Onassis, una celebrity del negocio marítimo.  El Ramón Franco normal invitaría al vocalista de Rolling Stones, Mick Jagger. Crecí con música increíble…

 
VM: Un sueño por cumplir…
RF: Yo estoy viviendo mi sueño.  Me encanta mi cargo en la Dirección de Marina Mercante.  Para mí no hay nada más gratificante que devolverle al mundo marítimo algo de tanto que he recibido.

 

 

 

 

 

 

  

sábado, 9 de noviembre de 2024

Mindfulness

 

¿Conciencia total? No, en español no tenemos una palabra para eso. Y de repente, me encuentro esa idea por todos lados.

No sé si son los cincuenta que ya me están respirando en la nuca o las modas esa de very demure, very mindful, que no termino de entender se están metiendo en mi cabeza, pero últimamente me he sentido muy concentrada en el presente. Demasiado embebida en los detalles. En el aire del ruidoso abanico de mini-torre de mi escritorio. En los rayos de sol a través de la ventana. En el parpadeo del cursor desde mi página en blanco.  En los truenos, la brisa fría, en las gotas de lluvia.  En los cientos de hoyos que tapizan el puente de las Américas, que últimamente tengo que cruzar casi todos los días. En cada grano de azúcar y canela sobre unos churros calentitos.  En los colores del cielo allá donde se junta con el mar. Cada barco en la lejanía.  Cada contenedor encima de cada barco. En la historia que cada persona lleva en la espalda.
Pero eso no es lo único raro, diferente… también está la paranoia.  Yo siempre he sido súper positiva y hasta despreocupada.  Pero de un tiempo acá mi mente no descansa y ese estado de alerta permanente hace que también advierta las mil y una cosas peligrosas del día a día que nunca van a suceder.  Siempre estamos al borde de la muerte, pero no sé qué tan positivo es estar demasiado consciente de ello, de que algo puede pasar y tu vida entera puede cambiar.
He dejado de andar en piloto automático por la vida, como hipnotizada por la rutina y me encuentro atrapada por los mil presentes, por las pequeñas decisiones, por las cadenas de eventos.  Cada sorbo de vida, los segundos de aburrimiento, las canciones en la radio que hoy cumplen cuarenta años, las manecillas del inmisericorde reloj. Tener total conciencia de las cosas que van pasando no me es en absoluto relajante.  Es más bien estremecedor y preocupante. No se supone que el simple hecho de vivir lo suma a uno en la ansiedad. Mi vida no era así y no sé si me guste este cambio.   ¿Será mi propia crisis de la edad madura?
Todo esto ha coincidido con la sequía de lectura que estoy padeciendo desde que en abril terminé de leer Anna Karenina, mi primer ladrillo ruso, que supuso una sobrecarga en mis sistemas.
Lo otro que también me está pasando con tanta conciencia es el pensamiento de que los seres humanos hemos transformado este planeta y estamos rodeados por un vasto espacio, solos.  Si uno se pone a pensar en todos los detalles de la creación y en toda la maravilla que es la humanidad, tiende a quedarse sin aliento.  Uno afirma que todo esto no puede ser obra de la casualidad. La sola idea de que todo sucedió al azar, se me antoja más ridículo que nunca.
Definitivamente deben ser los cincuenta, un hito al que le temo, porque verdaderamente pone a la juventud allá a lo lejos, pero que es el signo de que sigo tratando de salirme con la mía durante mi presencia en este mundo.
Esto es como un bache filosófico dentro de mi vida. Necesito respuestas, no sé si es una etapa o será la tónica de mi existencia en adelante.  Lo que quiera que sea, pues bienvenido. Tendré que poner a mi mente a trabajar a mi favor.   
Deséenme suerte.

viernes, 25 de octubre de 2024

Inventario

 


L
os años pasan y la vida se nos escapa más rápido con cada nuevo día.  Llevo ya varias semanas haciéndome una pregunta necia y creo que de ella saldría una lista interesante. Veamos, si las cosas ni se crean ni se destruyen, sino que simplemente se transforman, ¿a dónde van a parar todas las cosas que tuvimos o que tenemos en este mundo y que definitivamente no nos llevaremos al irnos de aquí?

Hay un par de cosas que tengo hace muchos años y que aún no se han vuelto polvo, como las cartas de cuando uno se escribía con la gente con estampillas y todo, o el top de mi bikini amarillo o el pareo que me compré en Grecia en 2002.  Nosotros cambiamos y nos volvemos versiones nuevas de nosotros mismos, pero, ¿y todo lo que tuvimos?  ¿Será de alguien más? ¿Lo habrán reciclado? ¿Estará contaminando algún lugar del planeta?

Pero si nos esforzamos un poco, la memoria nos puede ayudar a recuperar todo aquello a lo que no pudimos aferrarnos, por cualquier razón…

Aquí va mi colección de cosas perdidas…

1.      -Aquel dije de manzana que colgaba de mi cuello.

2.      -Mi diario de Holly Hobbie, sobre cual juraron amor eterno los amigos con los que crecí.

3.      -Las carátulas de mis discos compactos.

4.      -Mi teléfono transparente, de cuando hablaba por horas con el chico que me gustaba.

5.      -El reloj turquesa de Coca-Cola.

6.      -La mochila verde, compañera de batallas y despedidas.

7.      -Mi anillo de 15 años.

8.      -Mis libros de música.

9.      -La gargantilla que me regaló mi abuelita.

10.  -El candelabro que me hizo mi abuelo para colocar mi vela redonda.

11.  -Mi primer cassette (Franco De Vita, de Franco De Vita).

12.  -La casa arboleda.

13.  -Mis miniaturas de Strawberry Shortcake.

14.  -Mi ruedacaliente.

15.  -Mi biografía de Joaquín Sabina.

16.  -Aquellos pantalones negros que me quedaban tan bien, sin importar si estaba gorda o flaca.

17.  -Mi primer triskel.

18.  -Las botellas de plástico de shampoo Gee Terrific.

19.  -Los recipientes de Final Net.

20.  -Mi primer escapulario.

21.  -El póster de Lo que el viento se llevó que perdí en Londres.

22.  -Aquel conjunto blanco que me quedaba espectacular.

23.  -Mi falda plisada de ir a Rock Café.

24.  -Mi camiseta de Nirvana que nunca llegué a estrenar.

25.  -El libro de Carlos Fisas que pedí prestado y se me perdió.

26.  -Mi poemario de José Ángel Buesa.

27.  -El recorte del primer poema que papá me publicó en La Estrella de Panamá.

28.  -Los vestiditos y maxis que me cosía mi mamá.

29.  -La máquina de hacer los raspados que vendíamos en el estadio.

30.  -La patineta que me gané en la tómbola de Mil Dólares en Juguetes, de Calzados La Aurora.

31.  -Mi primer vestidito negro.

32.  -Mi espirógrafo.

33.  -Los popoids.

34.  --Tantos y tantos libros prestados y perdidos.

35.  -Mi hornito de Betty Crocker.

lunes, 3 de junio de 2024

El síndrome del impostor

Por: @KlenyaMorales

Hasta hace un par de años fue que vine a escuchar sobre esta “condición mental”.  E inmediatamente supe que yo la padezco.  Es tan real y tangible que puede resultar dolorosa. Es como un freno cerebral que nos distancia de nuestras metas y sueños, ante la necesidad de validación constante sobre nuestra propia idoneidad.

Este “sentimiento” es una inseguridad de mayor o menor intensidad sobre nuestros logros profesionales.  Uno no se siente digno de recibir los títulos o méritos académicos y laborales a los que sin lugar a dudas tiene derechos.  No sé cómo lo viven los hombres, pero para mí como mujer, la duda se extiende hasta para la ejecución de mi maternidad y mi rol de jefa de familia.  Ni mencionar mis 21 años de ejercicio como traductora pública autorizada, mis libros publicados, mi desempeño como profesional del Derecho en Panamá o mi portafolio como Editora Ejecutiva de esta revista ininterrumpidamente por 18 años y mis credenciales como bloguera, profesora-facilitadora de varias clases universitarias dentro de mi expertise y principalmente de escritura creativa.

Mi caso empeora ante el constante bombardeo de información por internet y las redes sociales que me hacen sentir que mi aporte no es lo suficientemente valioso.  Nos la pasamos escroleando sobre las vidas increíbles de gente que parece que todo lo que tocan lo convierten en oro.  Me da vergüenza que me digan licenciada, escritora o profesora.  Siempre hay alguien que es mejor que uno o más idóneo para ejercer funciones para las que me he entrenado por más de 32 años.

Y por otro lado están los que se juran la última Coca-Cola del desierto, sin experiencia, sin estudios, sin portafolio de objetivos logrados y sin ética de trabajo que se autodenominan coaches de cuánta vaina, luego de…espérenlo…:  haber investigado en Google.  ¿Cuál es la causa de este síndrome? ¿Cómo se supera?  No tengo la menor idea.  En mi caso, he recibido validaciones que no quisiera necesitar, pero que es evidente que me reconfortan. Algún premio en concursos nacionales, reconocimientos a mi trayectoria, la confianza de terceros para los que sí soy una autoridad en algunas materias, los cumplidos de estudiantes satisfechos que recibieron mis clases sintiendo que no me guardé nada para mí misma y que me esmeré hasta el detalle en la preparación de mi material, para estar actualizada y ofrecerles el tipo de tutoría que me hubiera gustado recibir a mí.  El apoyo de mi familia es vital.  Los abrazos de mis hijos son clave.  La confianza de mi esposo en mis criterios domésticos e intelectuales, es indispensable.

Si me lo preguntan, creo que rodearse de gente objetiva y positiva suman muchísimo a la autoestima y al convencimiento de que uno es competente en su ramo de conocimiento.  Dejar de compararme con la gente de las redes, con los más jóvenes y con aquellos que tienen un BMW propio a los 25 años o que son millonarios gracias a su canal de Youtube, mirarme al espejo y revisar mis propios logros, quizás me devuelvan la fe en mí misma, la que debo decidir tener, todos los días.

 

jueves, 8 de febrero de 2024

Sisterhood


Por: @KlenyaMorales

Esta idea viene dándome vueltas en la cabeza hace ya un par de semanas, y hoy se deja atrapar, como una mariposa por una red. Es increíble que este tema no se me haya ocurrido antes, pero lo importante es que el día llegó.  El título va en inglés porque creo que así es más específico.  Hoy quiero hablar de mis hermanas.

Ellas fueron mis primeras amigas, mis rivales, mis pequeñas responsabilidades; fueron el ensayo para aprender a querer y cuidar de otro ser humano.  Imaginarme una vida sin ellas es imposible. Nadie en el mundo guarda tanta similitud genética como la que tenemos entre nosotras. Compartimos el interior de mamá y heredamos el carácter hiperactivo de papá.  Nuestra idéntica combinación de ADN es un tesoro compartido entre tres. Hasta nuestras voces suenan parecidas al otro lado del teléfono, en medio de una pandemia que nadie entendió.

Ya es aterrador vagar por este mundo contando con ellas, porque la vida no es una novela y la realidad siempre es más sorprendente que la ficción.  No quiero ni pensar cómo es la vida de los hijos únicos, que van por la vida sin poder tomar de la mano a otro ser estructurado genotípica y fenotípicamente del mismo modo que yo lo fui.  No quiero criticarlos, solo que no entiendo mi vida sin el lazo tan íntimo e importante que me une a mis hermanas.

Ellas fueron mi primera escuela, mi relación humana más temprana, las que me enseñaron a compartir, a pelear y a preocuparme por otro ser humano.

Cómo olvidar la operación de las amígdalas de Y o el día en el que T se atoró con un confite de dos por centavo. Aún siento la adrenalina fluir por mis venas y el terror de perderlas.  En todos los momentos importantes hemos estado juntas. Y Dios sabe que nos han pasado cosas muy difíciles, espectaculares e inolvidables. 

Y siempre se sacrificó por mí y T siempre fue mi cómplice en el crimen. Nos tapábamos las travesuras, pero también nos denunciábamos frente a nuestros padres. Ambas son mi brújula, porque más que nadie en el mundo, yo necesito que alguien que me ame corrija mi rumbo cuando navego a la deriva.

Yo siempre fui la más fulmine—a la que le pasaban los accidentes y las cosas más increíbles—, así que los sustos que he aportado a sus vidas son muchísimos más que los que ellas me han dado a mí.  Ellas han derramado muchas más lágrimas que las que me han causado.  

Pero no todo ha sido melancólico y conmovedor. 


Ha habido puertas tiradas, mandadas para el carajo, decepciones y enormes peleas, de esas que rompen el corazón y que uno cree que nunca dejarán de doler.  Yo recuerdo haber hecho llorar a T por decirle que era adoptada y me he burlado hasta que me ha dolido el estómago de tanto reírme por la incapacidad de Y de contar chistes decentes. Desde luego que nos hemos hecho bullying entre todas, nos habremos peleado por un chico, nos hemos insultado, traicionado, acusado entre nosotras y herido muy a fondo, pero toda esa historia común nos ha hecho más cercanas, más hermanas.  Yo envidiaba el cabello de T y la belleza de Y. Ambas tuvieron que aguantarse las comparaciones de los maestros que ya me habían dado clases a mí.  Yo fui el estreno de mis padres como padres. A ellas les tocaron los mangos un poco más bajitos.

  Ellas son el termómetro de mi vida, alerta para cuando yo lo necesite, pues de alguna manera siempre me las ingenio para estar metida en los más complicados problemas.

Mis hermanas se echan a temblar cada vez que escribo un nuevo cuento o una nueva columna, porque saben que me encanta utilizar los recursos que ellas me han dado durante toda mi vida. Les cambio los nombres y las visto con disfraces que disimulan muy mal que ellas me han inspirado. 

Pero yo algunas veces he hecho una que otra cosa importante en sus vidas. Yo necesitaba crecer tomándoles la mano, creer en ellas, ser un buen modelo, terminar lo que empezaba, tomar buenas decisiones.  Siendo la mayor, toqué puertas para que se les abrieran nuevos caminos, me he levantado de las cenizas otras tantas para demostrarles que ellas también pueden caerse, pero jamás quedarse a llorar en el suelo.  No es tan fácil quererme, pero con ellas aprendí que el amor es una decisión de todos los días.  

Mis hermanas son una de mis tantas bendiciones.  Las admiro por el modo feroz en el que persiguen sus sueños y por cómo se atreven a vainas imposibles.  Jamás han dejado de creer en mí. Juntas vamos pasando por las etapas de la vida, creando pregones y chistes internos y dándonos valor para enfrentarnos a las curvas que el destino nos lanza.

Ojalá que aprueben la columna, porque, aunque no les guste igual la voy a publicar. (Aquí me faltaría colocar un emoticono de carita llorando de risa).

No hay un manual para ser una buena hermana mayor, uno hace lo que puede.

Las quiero.

Siempre.

miércoles, 26 de julio de 2023

Los cuentos salvadores

Por: @KlenyaMorales

Esta pequeña ponencia la realicé en el teatro municipal, que antes era un cine porno. Me pareció muy interesante pensar, qué pasaría si esas paredes hablaran...

Si la vida es una carrera continua hacia la muerte y todos venimos a este mundo con “los polvos contados”, como dice García Márquez, entonces la literatura es un refugio que trata de repeler esa única certidumbre de la vida humana:  un día todo terminará para cada persona que se atrevió a nacer.

La salvación a través del cuento se vuelve literal, como nos cuenta Carolina Sanín, en casos como los Las mil y una noches—en donde Sherezade tiene que contar un cuento cada noche, por poco menos de tres años, para que su marido no le corte la cabeza; los cuentos del Decamerón de Bocaccio—que son un refugio de los jóvenes contra la peste que se cierne sobre Florencia, cuentan cuentos para no morir. La escucha del Evangelio según Juan, Mateo, Marcos o Lucas también nos salvará, pues Dios es en principio el Verbo (las palabras desde que dijo Hágase la luz) y luego la Verdad y la Vida.  Jesús nos garantiza que nadie se salvará, si no es a través del Padre. Dante también nos quiere salvar del Infierno, por medio de una pormenorizada descripción de lo que nos pasará si morimos fuera de la Gracia de Dios.

Hasta mi tan odiada Titanic, hace suya la metáfora de que sobre esa tabla, Rose se escapa de su muerte y nos cuenta sus aventuras, antes de morir de ancianidad, volviéndose una leyenda automática. 

Si yo cuento un cuento, sobre alguien que cuenta un cuento, sobre alguien que cuenta un cuento, quizás me vuelva tan infinita como ese gusano de plata que va enlazando todas las historias.  Los cuentos son en efecto, curas contra la muerte. Lo que no se cuenta, muere para siempre. Hay que contar para no morir, o al menos para que no mueran nuestras historias, que al pasar de boca en boca, sobreviven al tiempo real y se meten en el territorio de la fábula urbana.

Los cuentos son como el arca de Noé, preservando historias para la eternidad.  Hemos pasado por una Pandemia en donde las historias bien o mal contadas fueron la tabla de salvación para todos los que nos “quedábamos en casa”.  El éxito del microblogging como Twitter (ahora X), pone de manifiesto que TODOS queremos contar nuestra versión del mundo.  Si miramos con detenimiento y la herramienta correcta, podremos saber si la humanidad amaneció feliz o deprimida.

En lo personal, quiero actualizar lo mitológico, lo legendario, lo local. Que Hollywood y New York dejen de ser los únicos espacios donde todo es posible.  Trato de exhibir elementos reales e imaginarios con naturalidad, para esconder, para fingir, para confundir.

Los cuentos son armas de supervivencia, de decir aquí estoy.  Y los míos tratan de darle visibilidad a la vida de la mujer, muy especialmente.  Nuestras renuncias, nuestras decisiones, nuestras culpas y esperanzas. 

Los personajes que se debaten entre el bien, el mal y el gris me hacen sentir que nadie me inventó, en un mundo en el que todos buscan un espejo, empatía o una interpretación de sí mismos. Yo me inventé, según yo misma.  Olvido verdades y escojo mentiras. No podemos negar nuestra aspiración a ser dioses dentro de nuestros propios cuentos, decidiendo sobre la vida y la muerte.

También quiero que el texto sea creíble. De allí que a veces me pase con los detalles. El texto es una máquina de sentido, que solo funciona cuando el lector la pone en marcha y la alimenta con su propia experiencia. Los detalles me dan credibilidad.

Ser cuentista es crear ficción que emana del subconsciente cultural de la sociedad, y para mí, es una manera de entretener, afectar y hacer salir al lector de la realidad en pos de mis mentiras.

No he sido nada original en la elección de mis maestros. Margaret Mitchell me enseñó a contar una historia como debe ser y a encontrar belleza en ello, con Lo que el viento se llevó.

García Márquez me guió a ciegas por las paredes de su laberinto hasta convertirse en algo sagrado, de culto, disruptivo y universal.

Sinán me garantizó que los genios pueden respirar mi mismo aire y ver los atardeceres de lluvia sobre el mismo océano Pacífico.

Asimov me hizo enamorarme de la estructura del cuento, a creer en mis propios episodios y a respetar la prosa breve como tren en el cual ir hilvanando mis mentiras. Ah, y de que nada está fuera de los límites del cuento...

La forma literaria de la historia corta (cuento) es usualmente definida como prosa breve, ficcional, que a menudo aborda un solo episodio unificado. La medida del éxito para toda ficción es cuánto se ajusta a nuestras verdaderas emociones: que la gente nos crea.

El cuento es una forma literaria concentrada que merece respeto y exige cierta agilidad.  

El rango y cualidades de la mente del autor son los únicos límites en la forma de una historia.  Los autores creamos narrativas usando los diferentes elementos de la ficción: trama, personajes, escenario (tiempo y lugar), punto de vista, estilo y tema.  

Si la historia está bien contada, —con la chispa adecuada—nuestra imaginación se encenderá y de algún modo, también tanto el lector como el autor, nos habremos salvado, hasta del exceso de nosotros mismos.

sábado, 25 de febrero de 2023

El tercer hijo


 

Llegaste a mi vida cuando el miedo se ha convertido en un maestro.  He de confesar que pocas cosas me asustan ya. Pero supongo que esa es la madre que necesitas, para poder volar y llegar a ser tu mejor versión.
No me la pasé leyendo manuales de maternidad durante el embarazo ni llevé un diario ilustrado con cada ultrasonido. No corrí con desesperación a comprar ropa de maternidad y traté de ser una mamá más fashion, casual y relajada.
No nos llegaron muchos regalos, tarjetas, globos ni flores para darte la bienvenida. Mucha gente se sigue sorprendiendo al conocerte.
No caminaba en la noche hasta tu cuna cada diez minutos a ver si estabas respirando. Nos fue súper bien durante la lactancia, pues ya nadie me echaba cuento. Tú y yo nos entendimos inmediatamente.
Quizás no hayamos tomado tantas fotos y videos como lo hicimos con tus hermanos, pero eso no importa, porque no te gusta estar frente a la cámara.
Has aprendido a reclamar tu lugar en casa. Te diviertes solito con superhéroes sin cabeza, dinosaurios sin cola y carritos sin ruedas. Has aceptado todo lo que heredas de tus hermanos, con una amplia sonrisa y un gesto de genuina sorpresa.
Tus pijamas no hacen juego. A veces ni siquiera tus medias o tus Crocs tienen su justo par.
No recuerdo bien tus primeros pasos ni tu primera palabra, pero tus ojitos brillantes son una de las mejores razones que tengo para levantarme de la cama en las mañanas.
Has comido gluten, chocolate, mariscos, nueces y colorantes sin mayores contratiempos y debo aceptar que muchas veces te dejo engullir galletas en vez de sopa, cereal de colores en vez de fruta natural y ositos de goma para que tengas algo de azúcar en el cuerpo y no te desmayes.   Llevo la cartera llena de Boom Boom Boom para negociar durante tus rabietas. Ya no paso horas preparándote cremas que oculten las proteínas que tanto odias. Solo le pido a Dios que no estés desnutrido.
Tienes casi cuatro años y aún no tienes un lugar fijo donde dormir. Gracias a la pandemia, tu cuarto se convirtió en una oficina cuando tenías nueve meses y aún no solucionamos el hecho de que seas un gitano en tu propia casa.
Puede que cuando te llame por tu nombre, diga primero el de tus otros dos hermanos y es probable que no le mande al chat de la familia una copia de tu carta de aceptación para entrar al Pre-Kínder.
Ya no llamo al pediatra en la madrugada, ni cuando te metes a la boca comida que has recogido del piso, pasitas de tu silla de bebé o granola del fondo de mi cartera. Hay menos drama por las cosas sencillas.
Es muy fácil ser tu mamá. Vivo más tranquila y me he disfrutado muchísimo más cada nueva etapa de tu vida, sin creer que te vas a quebrar en mil pedazos cada vez que cometo algún “error” durante el ejercicio de mi maternidad. He tenido que rejuvenecer para ser la madre que mereces y trato de tener la energía para corregirte cuando haga falta.
Tienes unos padres más experimentados, que no se impresionan fácilmente, a menos que haya mucha sangre en tus rodillas.  Si te caes, no corro a levantarte, sino que espero a ver si puedes ponerte de pie por ti mismo, sin hacer demasiado alboroto. Son tus primeras victorias, lo que te hará independiente y te dará autoconfianza.
Mi querido niño: tienes tu propia historia por delante, y Dios sabe que llegaste a hacernos tres veces más felices a todos. Encajas en nuestro rompecabezas y nos complementas. Cada minuto de tu vida es precioso, irrecuperable y efímero. Eres una bendición, una nueva oportunidad para amar.
Eres mi bebé.
Mi Diego Pablo.


RAMÓN FRANCO: REINVENTANDO EL NEGOCIO MARÍTIMO

Por: Klenya Morales de Bárcenas (@klenyamorales) Especial para la Revista Viento y Marea de la Autoridad Marítima de Panamá  Ramón Franco n...