Hace unos días celebré con auténtica felicidad que
mi hijo menor comenzara a andar en bicicleta sin rueditas. Entre
caídas, raspones y sustos, el pelaíto inició una nueva etapa
en su vida. Tengo 49 años y DP tiene
cinco. Yo muy bien podría ser su abuela, pero bueno, eso es materia
de otra columna. Lo cierto es que ya no volverá a usar esas
rueditas. Bien puedo botarlas a la basura o bañarlas en oro para
ponerlas en una repisa de su cuarto. Pero, ¿qué pasa con las últimas
veces? ¿A dónde van a parar esos momentos que sin saberlo, —mientras los
vivimos—, no se volverán a repetir?
Supongo que todos los días vivimos una que otra
última vez, solo que no lo sabemos. Nos volveríamos absolutamente
locos si supiéramos exactamente en qué momento se acaba cada
etapa. Con el paso del tiempo vamos tomando más conciencia de estas
cosas, que los más jóvenes no intuyen o que no importan cuando uno cree que es
inmortal.
Recuerdo la última vez que vi a mi abuelito Demetrio. No podía saberlo y sinceramente, creo que es mejor así. Sus pocas palabras, su sonrisa de un millón de dólares, su cerveza Cristal mangalarga de los viernes. Lo escribo y lo vivo de nuevo. Cada una de esas cosas, sucedió para mí, una última vez, sin que yo tuviera la menor idea.
Habrá un último gol de Messi que podremos disfrutar, luego se retirará para siempre. Hay un último abrazo a los amigos, a los padres, a los compañeros de trabajo, a los amigos de la escuela. Habrá una última discusión con alguien a quien no soportamos. Cantaremos una nueva canción de Joaquín Sabina por última vez, porque ya no compone tanto como antes y se nos está haciendo viejo. Veremos una última película de Al Pacino o esa película que nos encanta (en mi caso es Love actually en el de mi esposo es Titanic) se cruzará en nuestro zapping y la veremos otra vez, para no volverlo a hacer jamás. Algún día escucharemos Yesterday de los Beatles por última vez o trataremos de leer Don Quijote, sin éxito y nos daremos por vencidos.
Y ojo, que las últimas veces no tienen que ver
precisamente con nuestra muerte o la de un ser querido. No quiero
que estas líneas sean tan trágicas. Nada que ver. Yo hace mucho
tiempo no escucho chistes racistas o sexistas, cuando antes habían programas
enteros de concursos entre gente que se mofaba de las minorías. Hace
mucho que no juego Monopolio, ni Twister, ni Life.
El día que me tomé el último chicheme en el Kiosko Beby, empanaditas de carne en los Helados Peluche o una
chicha de naranjilla helada en Lolita, no lo supe, ahora no son más que recuerdos de
otros tiempos. En algún momento dejé de ser tuitera para convertirme en Xera
(¿?). Hace mucho que no compongo una canción o toco el
teclado JVC que me regalaron mis papás cuando era una adolescente. Luego de la
pandemia no he hecho más pizza en casa, lo que me recuerda que tengo que
retomar esa bonita costumbre, pues mi esposo e hijos la extrañan. Hay gente que
un día se comió su último chocolate o su última Coca-Cola clásica, porque la
diabetes les cambió la vida.
Pueden cancelar nuestro programa favorito.
Ese jeans consentido que nos hacía ver espectaculares,
sencillamente ya no cerrará más. En algún momento compré un último rollo de
película para mi cámara o utilicé alguno de esos teléfonos que tenían el logo
del Intel en el disco de los números. Un día ya no necesitamos más del ICQ y no
lo volvimos a descargar. Los niños no se volverán a graduar de kínder, los
amigos aprovecharán una oportunidad y se relocalizarán, o haremos una amistad
en un avión para no volver a ver jamás a esa persona con la que
compartimos algún secreto.
Alguna vez resolví mi última raíz cuadrada o una factorización. Salí de una hospitalización, pidiéndole a Dios que fuera la última vez. A veces somos conscientes. Otras no tenemos la menor idea. Habrán primeras veces que también serán últimas, y pasaremos la página. Pero como quiera que sea, que nuestras últimas veces sean puertas para crecer, para amar más, para decir lo que quedó sin decirse. Brindemos por ellas, no dejemos que pasen sin haber aprendido algo… Estemos presentes para las últimas veces. Y demos la bienvenida a esos nuevos atardeceres, esas nuevas recetas y a cada nueva razón para vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario