sábado, 15 de noviembre de 2008

Conocer a un caballero

En memoria de Don Carlos Iván Zúñiga

La verdad es que no estoy segura de cuándo comencé a admirar a este gran señor, pero lo más curioso es que estoy segura que no fue por el contenido de sus artículos o su trayectoria académica, sino por la certeza de que en su presencia estaba frente a un hombre íntegro.La primera vez que recuerdo haber escuchado de Don Carlos Iván, fue cuando él y Doña Sydia gentilmente permitieron a mi abuelita llevarme a su hermosa finca de Boquete, que colinda con la finca de mis abuelos. Él y su esposa permitieron que "las hadas prepararan un té para unas chiquillas de 12 años". Siempre que conducía su 4x4 rumbo a su casa, por la pedregosa carretera de Jaramillo Arriba, nos enviaba un saludo campechano, pitando y sonriendo. Adoraba Chiriquí. Ese es el hombre que siempre recordaré.
Conversé con Don Carlos Iván sobre cultura, recuerdos, planes, sueños e historia. Era simplemente una experiencia que intentaba saborear al máximo en cada oportunidad. Sus anécdotas, su riqueza humana, su paciencia, su humildad, su memoria privilegiada y su nostalgia por otros tiempos. Uno sabía que estaba frente a un gigante. ¡Si la gente supiera las cosas lindas que se quedaron en el tintero del Doctor! Muchos hablarán del intelectual, del maestro, del genio. Yo no soy la persona autorizada para un análisis tan ambicioso. Con vergüenza confieso que no conozco a fondo la producción intelectual del Doctor Carlos Iván Zúñiga Guardia—aunque mi padre siempre se aseguró de que yo leyera en las páginas de Opinión de La Prensa, aquellos artículos que le parecían imprescindibles para cualquier panameño. Lamentablemente nunca fui su alumna; cuando llegué a la Facultad de Derecho, él ya era una leyenda.
Creo que la vida del Doctor Zúñiga fue un reflejo de su pensamiento. Sus convicciones valieron la pena: su existencia entera fue un poema de amor a la patria. Su amor por la familia, en tiempos en los que los valores ya no importan. Su esfuerzo por hacer de este un mejor país. Verlo caminar de la mano de Doña Sydia. Recordar sus ojos tranquilos al escuchar con ilusión de enamorado los versos que le dedicaba su esposa, las canciones de sus nietos, las huellas de una vida vivida como debe ser… Son cosas que en su momento, me hicieron creer que el mundo puede ser mejor.
Mis lágrimas hoy no son de tristeza Don Carlos Iván, sino de una gran emoción: la de haber tenido el privilegio de admirar en usted la belleza de la inteligencia, la sabiduría y la sencillez. No todos los días se conoce a un caballero.

3 comentarios:

Edilberto González Trejos - Autor dijo...

Klenya, me ha conmovido tu evocación al Maestro, al Gran Ser Humano, don Carlos Iván... Lo traté todo el año de 1990 como mi profe de Ciencias Políticas y aprendí un mundo. Desde 1982 tuve conciencia de su existencia y su ejemplo patriota y democrático me animaba!
En los últimos 18 años, cada que vez que lo veía era un saludo y una conversación cada vez que se podía.
Si cada de nosotros evoca y publica, es perpetuar un poco el legado de estar Gran Hombre, UN PANAMEÑO A EMULAR.

Anónimo dijo...

Klenya, como parte de la familia del Dr. Carlos Iván Zúñiga te doy las gracias por tu profundo y hermoso homenaje a nuestro querido padre, abuelo y suegro. Tus letras han sido impresas y entregadas a la señora Sydia.
Gracias por el recuerdo.
Enrique Preciado F.

Leopoldo E. Santamaria dijo...

agradezco considerar el artículo de opinión de hoy miércoles 19 de noviembre 2008, publicado en La Estrella de Panamá. Tuve el enorme privilegio de conocer al Maestro de maestros, al personaje imposible de calificar por todos sus méritos... atentamente Leopoldo E. Santamaría.

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