sábado, 27 de noviembre de 2010

Navidad personal

 Muchos de nosotros damos por descontado el buen funcionamiento de nuestros cinco sentidos. Ver, escuchar, sentir, oler y gustar son cosa de todos los días, para la gran mayoría de las personas. Esta columna del triskel persigue explicar con palabras qué es la Navidad en términos culinarios de aromas típicos.

Arroz con guandú, lechón y tamales. Es lo primero en lo que puedo pensar. El aroma de la hoja de bijao impregnado de maíz y especias son cosas que no necesitamos ver para entender. El ponche de huevo hecho a la antigua usanza por mi suegra o el más práctico y sencillo que hace mi mamá, cada uno con su encanto especial. Si me lo preguntan, el Ron Carta Vieja no puede ni debe ser sustituido.

En Ciudad de Panamá conocí las especias que adornan la chicha de saril, la canela, el azúcar y la acidez. El glaseado del jamón a base de jugo de piña y cerezas fantasía son un festival de colores que junto a un buen jamón ahumado, a mi juicio específico, superan a cualquier pavo. El pavo es una cosa medio como que más gringa. No termino de asimilarlo en mi mesa de Navidad, pero definitivamente no puedo negar que el ave ha tomado vigencia en las mesas panameñas. La mamá de un buen amigo hace un dulce de frutas que haría palidecer de la envidia a Cuquita).

Y qué me dicen de las galletitas danesas que no pueden faltar en ningún hogar que celebre la navidad. La frescura del ciprés, que nos pasa la factura muy temprano, pues es difícil hacerlo durar por toda la festividad.

En todas las casas hay olores navideños, recetas secretas, jamones que se quemaron, ponches que quedaron muy borrachos, almendras tostadas, cenas echadas a perder que necesitaron de una medida muy extrema en el último minuto.

Como quiera que sea, la Navidad es más que shopping, villancicos o celebración del nacimiento de Nuestro Señor. Es Él mismo el que se encarga de que la Navidad sea una experiencia de familia, de amor envuelto en el calor de la cocina y la tibieza del verdadero hogar.

A las chicas de mi tiempo (a las adultas contemporáneas) les pido que no dejemos pasar una Navidad más sin ser parte de esta tradición, sin agregar un sabor o un aroma a ese relleno de pavo tradicional. Si hacemos outsourcing de todo, estaremos colocando nuestras historias y sabores únicos y personales en manos de gente que lucra de la Navidad (lo cual no critico, como dice mi abuelita “Coman cuando hay”). Si no se nos ocurre nada o si no tenemos oportunidad de tirarnos al ruedo sencillamente especialicémonos en un platillo. Hagámoslo nuestro platillo (el ponche que me enseñó a hacer mi mamá es realmente fácil de hacer, aun se me cuaja, pero sé que alcanzaré la perfección alguna de estas navidades). En lo personal prefiero que mi herencia para mis nietas sea una receta navideña que el número de teléfono de “Servicios Navideños a Domicilio Whatever”

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