Por: Klenya Morales de Bárcenas
No recuerdo quién me dijo que todo hombre tiene su precio, el problema es poder pagarlo. De todos los asuntos sobre política y elecciones que se van a tocar durante varios meses en este país, hay uno que realmente me ha removido en lo más profundo de las vísceras, causando un sentimiento que no puedo calificar como menos que asco. El dinero gastado en campaña, específicamente por el Estado, con la intención de favorecer al candidato del partido de gobierno.
Debo hacer una acotación. Yo voté por la nómina conformada por Cambio Democrático y el Partido Panameñista en 2009. Y aún sabiendo lo que sé hoy, votaría igual, aunque con el corazón empequeñecido.
Dicho esto prosigo. Como panameña se me cae la cara de vergüenza al ver la cantidad de plata que el gobierno invirtió en los últimos 6 meses en tratar de hacerme sentir orgullosa por obras que ya se habían construido. Eso no es un favor, señores. Es un deber, por el amor de Dios. Y cuando uno hace su trabajo, especialmente si es para el pueblo, se queda callado y deja que las obras hablen por sí mismas. Uno deja que la historia lo posicione en el lugar que se ganó. Esa gente que te eligió necesita cosas básicas: Salud, servicios públicos y educación. En ese orden y ante todo.
Esas cuñas de "Más en 5 años que en 50", "Más en 4 años que en 40", "Prometido, cumplido", sin más colores del espectro que los ya conocidos turquesa, blanco y rosa, se pagaron con dinero tuyo, mío, de nuestros hijos y nietos. No te engañes. No salieron del presupuesto de Cambio Democrático, ni de las empresas del presidente, ni de los patrocinadores del candidato CD. Y luego del 4 de mayo de 2014, no he visto ni una sola cuña más. Si ustedes vieran esas facturas de publicidad, no podrían dormir. Yo exijo ver ese balance. Es lo mínimo que me merezco.
El presidente que yo escogí y que debía estar trabajando por mi futuro, pues para eso le pago cuantiosos impuestos en relación a mi ingreso, utilizó su cuenta personal de Twitter para promocionar sin ningún escrúpulo a su candidato, en horas laborables y no laborables, sus encuestas favorables, las apetencias de su corazón "porque el también lo tiene". Usó la cuenta de la "majestad de la patria" para insultar y denigrar a sus oponentes. Para sacar papeles y dejar de manifiesto que jamás le interesamos realmente. Ni un ápice de respeto.
Para nada de lo que he dicho necesito pruebas. Son hechos consumados y documentados. Por los que estoy segura de que nadie pagará.
No voy a hablar de los carros, neveras, jamones, arroces, dinero en efectivo y otras hierbas aromáticas que se supone que intentaron y en muchos casos lograron comprar votos para todo tipo de posiciones, porque no los vi con mis ojos. Vi fotos, escuché denuncias. Pero nunca hubo un fiscal que se dignara de emplazar a los culpables. Para el que no lo sepa, un fiscal es un abogado de la nación, del pueblo, de la gente, no un florero, ni un vasallo servil, que de ésos ya estamos colmados. Lo que sí les puedo decir es que la "canastita" promocional del candidato de gobierno tenía audífonos, USB, una linda camiseta, una bolsa reciclable y una bocina para computadora, y de ésas repartió a cada uno de los más de 500 universitarios que escucharon sus propuestas en una universidad estatal. Me consta, porque tengo una. La mochila que MEDUCA le dio a mi hijo, que estudia en un salón con 5 niños más, justo después de la dichosa "canastita" de la Fuerza Cambio, tenía 8 crayones, 5 cuadernos y una regla de plástico. No opino, sólo informo.
Anuncio con orgullo que esta revista que edito con todo mi amor y esfuerzo, no recibió ni un centavo de propaganda política. Y no lo digo porque piense que el dinero generado por la campaña sea indigno, sino porque me alegro que Placacuatro no haya participado de esta estúpida danza de dólares. Ni a favor ni en contra de nadie.
Me alegra inmensamente que el pueblo le dijera que no a la política de la chequera, al bullying del que cree que todos tenemos precio. Había sido un gobierno de ejecución brillante en materia de infraestructura, que no necesitaba burlarse de nosotros para reelegirse. Lo que necesitaban era no subestimar a su gente. Haber mencionado un par de valores, tampoco les habría venido mal. En el silencio de la urna y la conciencia, dijimos la última palabra. Le cerramos la puerta al miedo. Fuimos fuertes y valientes.
David venció a Goliat. El lado oscuro de la Fuerza fue derrotado. La tortuga aplastó a la liebre. Una vez más, la piedra que desechó el constructor, se convirtió en la piedra angular. No nos pregunten nuestro precio. No lo pueden pagar. Y ése, es un mensaje para todo el que quiera volver a pedirnos un respeto que no se ganó.
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