miércoles, 5 de noviembre de 2008

Como no era en un principio

—No te vayas. No por favor. Mira esto que soy. No te vayas.
Descalza, sentada en los escalones de la entrada. Con una camiseta muy grande y muy lavada. En la casa que era de los dos. Hacía un frío seco y el sol brillaba sin necesidad.
—No te vayas.—
Pero él ya no la escuchaba y ella no tenía ya fuerzas para hacerse escuchar.
La gaveta con su olor a alcanfor y jabón de Castilla. Sus libros, sus CD, sus DVD sobre los mejores goles de la selección Argentina. Su vida. No era un mal sueño. Estaba pasando y le estaba pasando a ella.
El click-click de los seguros de la maleta se deshacía entre las inspiraciones de Lara. Todo había sido tan rápido. La decisión. Los ruegos. Así suena el final del amor. Y se le derramaba otra lágrima. Y se sentía con los ojos tristes.
...Recuerdas cuando me cantabas con tu guitarra...Dust in the wind...yo creí que sería para siempre...eras lo que yo necesitaba. Y te me estás acabando. Tus ojos felices.
No se estaban tirando los platos. No se estaban insultando. Él había sido lo suficientemente hombre para decírselo a la cara. Nada lo haría cambiar su decisión. Así se deciden las vidas de la gente.
...No iba a poder seguir adelante sola...a dónde iré sin recordarte...déjame abrazarte de nuevo...
Ya había agotado todo lo que se sabía. Lágrimas, resignación, indiferencia. Y sabía que no podía hacer nada. Todos buscamos el amor y al encontrarlo o pensar que lo encontramos no nos queda otra que dejarlo pasar o hacer lo que sea para retenerlo. Y Lara había vuelto a confiar y a soñar y a dejarse querer. Y otra vez se había fundido en él. Y él estaba empacando sus pocas cosas. No le iba a dejar nada, aunque ella se quedara con todo. Y no iba a volver.
Quieres morir a la realidad de los hombres como si fuera despreciable todo lo que no es divino y tu testamento para mi es este corazón desgarrado. Mírame y piénsalo de nuevo.
No hubo frases hechas, ni excusas patéticas. Si hubiera sido otra mujer. Hasta si hubiera sido un hombre. Hijos ilegítimos o una esposa oculta. Quizás ella lo habría aceptado mejor. Quizás habría luchado. Ojalá y hubiera tenido algún motivo para detenerlo. Si él hubiera hecho algo por lo cual odiarlo quizás sería más fácil. Pero era un hombre bueno. No perfecto, pero bueno.
El primer beso. La primera película que vieron juntos. Los proyectos y los sueños. Todo lo que hice por apartarte de la novia aquella. El viaje a la playa. El jardín de las delicias. El Arno en primavera. Tus e-mails firmados con un pseudónimo. La botella de vino barato un domingo en la noche.
—Tan sólo escúchame. Te lo ruego. No te vayas. Mira lo que has hecho de mí.

Hacen 7 años ya que Francisco entró al seminario. Hoy es su ordenación Lara aún se sienta en los escalones de su puerta mirando a la nada, pensando que en algún lugar, un pequeño nunca recordará los besos que sus padres no le dieron.
Cuento ganador del concurso Cultura Sur, Publicado en el libro Entre Mágina y Macondo, 2008

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