sábado, 14 de mayo de 2011

El camino recorrido

No se puede tener todo, todo el tiempo. Quién como yo para saberlo. No pasa un día sin que piense en todas las cosas que extraño de Chiriquí. Pero en esta ocasión hablaré de algo que no tenemos. O al menos no todavía.


El Parque Omar es como un pequeño oasis en el medio de una ciudad que no es mía y en la que nunca he podido encontrarme. A fin de tener algo de contacto con la naturaleza y sentirme un poquito mejor conmigo misma, me he hecho el propósito de dar una vuelta por el parque (aproximadamente tres kilómetros de perímetro), para al menos contrarrestar las libras extra y… bueno, todo eso que dicen del ejercicio y de sus bondades.

Al principio del recorrido, sólo puedo pensar en que todo termine pronto. No lo puedo evitar. Me coloco los auriculares de la Blackberry, cargada de mi música ochentera, pero sintiéndome un poco culpable por no darme la oportunidad de escuchar a los pajaritos, las pisadas de los otros que corren o caminan, o el ruido del viento entre los árboles. Pero me dejo llevar, y canto sin conciencia de mi volumen, porque al final del día, las posibilidades de que me encuentre a alguien conocido son bastante bajas. Fuera de que tengo la estúpida teoría de que no canto tan mal.

A veces sí me encuentro con alguien que conozco y que hasta puede ser muy cercano a mí, pero el encontrarse con amigos durante el ejercicio tiene un protocolo confuso. Uno está todo sudado, con el cabello hecho un desastre, con una camiseta vieja que no combina con los shorts o con medias sin elástico. Pero igual estás feliz de ver a tu conocido. Y entonces no decides si levantar la mano será suficiente o si el acostumbrado beso en la mejilla sería una opción. ¿Y si le haces perder el ritmo? ¿Y si tu amigo quiere desconexión total y tú te estás metiendo? ¿Y si es uno mismo el que no tiene ganas de saludar a nadie? ¿Se ofenderá tu amigo si lo saludas de lejitos?

En fin. La vuelta al parque tiene su encanto. Las hojas secas en verano. La brisa antes de la lluvia en el invierno, que te obliga a apretar el paso porque te vas a mojar. El grafitti en los muros. Los cambios en la publicidad. Las lomas difíciles. La última recta, esa que tantas ganas tenías de alcanzar, pero que ahora define el final de aquel ratito que te estabas dedicando y en el que el tiempo había desaparecido. Uno ve gente que está en súper mejores condiciones que uno (te las encuentras como cuatro veces, mientras tú das una triste vuelta). También ves gente que ya no puede más. Gente. Gente. Gente. Iguales a ti, pero con vidas totalmente diferentes. Con problemas o situaciones más fuertes que las tuyas. Rostros que no puedes adivinar. O que no te interesa adivinar.

Cada vuelta es diferente. Una de las últimas vueltas que di al parque, la di junto a mi papá. Era algo que nunca habíamos hecho juntos. Y por esos 45 minutos, me pareció un parque totalmente diferente. Hablamos sin parar durante toda la vuelta y pude notar cómo a papá le gustó dar esa vuelta conmigo. Vi cómo le gustó el parque y sentí como el tiempo se detuvo para nosotros. Le mostré cosas que yo ni siquiera sabía que estaban allí, pero que estaban en algún lugar de mi mente. Quizás para ustedes será una tontería, pero para mí siempre será un pedazo inolvidable de vida. Esa misma vida que a veces dejamos pasar sin darnos cuenta. Creemos que ya hemos pasado por nuestros caminos, por nuestros días, pero quizás leves cambios nos harían darnos cuenta de que cada día es un camino nuevo por recorrer. No está de más que lo caminemos al lado de alguien que amamos. O que lo hagamos con nuestros corazones y aceptando nuestras realidades. O soñando imposibles. O que caminemos por caminar. No pasa nada si sonreímos a alguien que no conocemos. Lo que no podemos, ni debemos permitirnos es abandonar el camino. Como en aquella campaña publicitaria que Helen Hunt y Mel Gibson crearon para Nike en la película What women want: “Al camino solamente le importa que lo visites de vez en cuando”.

Y si no hay parque, como en mi adorado David, pues hay que inventárselo.

Después de todo mi palabrerío sólo me queda preguntarte algo: ¿Cuándo fue la última vez que diste una vuelta al parque?

1 comentario:

Analida dijo...

Buenísimo... sobre todo en esta era electronica/virtual en que uno se sienta enfrente de la computadora "a chequear algo rapidito" y cuando reacciona ha pasado hora y media... el maldito aparato en vez de detener el tiempo se lo come!
A ver si cuando voy por alla vamos a darnos una vuelta al parque (despues del desayuno chino :)

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