Siempre hay algo que es más importante que lo importante. O que es menos importante que lo importante pero es necesario para que puedas hacer lo importante.
Los seres humanos como yo, somos artistas en el arte de procrastinar. En postergar. En dejar para después. Sólo funcionamos cuando nos presionan, cuando colocan una fecha tope para entregar lo que quiera que sea que tenemos que hacer.
Y lo peor que le puede pasar a un procrastinador, es su curiosidad por el mundo. Siempre hay un libro que leer para inspirarse y poder elevar el nivel. Siempre hay un playlist que hay que crear para crear el ambiente perfecto para ponerse a trabajar. Vienen los Óscares y hay que ver todas las películas para poder criticar con ganas la premiación.
Siempre hay una gaveta que ordenar, un rincón que adecentar, una mejor manera de hacer algo que ya estaba hecho. Siempre hay algo perdido, una banalidad, una receta, un status de Facebook que compartir. Un tema de Twitter en el que hay que opinar o del que hay que saber. También están las cosas vitales. Los 8 vasos de agua que hay que tomarse. El poquito de maquillaje que hay que ponerse en la cara para no parecer un fantasma. Un abrazo que dar. Un beso que robar. Una noticia por la cual ofenderse.
Hay plantas que regar, cremas que ponerse, cuadros que enderezar en la pared, focos quemados, carros sucios, fotos que enmarcar, cartulinas que comprar. Siempre hay amigos que invitar a tomar café y bochinches que compartir. Hay que llamar a mamá, hay que planchar una camisa. Hay que ajustar un pantalón y pegar un botón.
Se llama vivir. Y sucede mientras el cursor tiembla sobre la pantalla vacía. Y uno vive sobre la sensación de que hay algo que dejó de hacer y que debería estar haciendo. Y uno lucha contra la vida, para sentarse a contarles a ustedes cosas que ya saben, pero que es bonito escuchar o leer de vez en cuando.
Desde mi reino de la procrastinación, les deseo una vida llena de razones para dejar todo para después.
No hay comentarios:
Publicar un comentario